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54 Pág. Abuela Xanino Los cuentos de la Abuela Xanino

 

Bueno, pues un día, cuando estaba rebuscando entre unas babuchas de la India en "Todo es un chollo", el Topillo Pitymy le dijo:

—Señora Alcaldesa —el topillo era muy listo y sabía que si no la llamaba así no le compraba nada—, nos acaban de llegar de París unas cremas para la cara que dejan la piel fina como el pétalo de una amapola y después de usarla una semana, todas sus amigas le dirán que parece que le han quitado diez años de encima... ¡Pruébela, pruébela... señora alcaldesa!  —le decía el topillo muy zalamero.

Y Milagritos cayó en la trampa. Eran unos tarros muy bonitos que tenían la forma de una flor de lis y una tapa de cristal amarillo preciosa y, ni corta ni perezosa, compró, una para la noche, otra para el día, una de contorno de ojos, otra de contorno de labios y la última para los cuernecitos y las orejas. Y ahí empezó todo, amiguitos... Después de pagarle al topillo lo que su marido ganaba en un mes, comenzó el unte en la cara.

La primera noche, Milagritos notó un poco de picor cuando extendió la crema pero no le dio mucha importancia, pero cuando por el día, al mirarse al espejo vio que tenía las mejillas enrojecidas, aunque primero pensó que era del sol que le había dado mientras tendía la ropa, al tercer y cuarto día de ponerse los mejunjes, vio como se le hincharon los ojos, tanto que apenas si parecían dos rendijas, la nariz era como una patata y la cara acabó siendo una mezcla de granos de todos los tamaños, hasta el punto de que cuando se vio, se echó a llorar como una magdalena y cuanto más lloraba más se le hinchaban los ojos y más se le enrojecía la cara.